Como otro cualquier día, son las 19:15h y tu inflada
jornada laboral ha quedado atrás, nada mejor que un buen refrescón de cara y un
aseado por encima antes de ponerte tu ropa. Es enero y las calles de
Madrid son un infierno helado, con tu parka ya puesta te despides de tus
compañeros; si hay opción, del jefe pasas y cruzas la puerta del currele sin
mirar atrás. De camino al metro, caras conocidas, clientes y gente indeseada
que te toca saludar, sacar una falsa sonrisa y aparentar… y que le vas hacer si
es tu jodido trabajo!. Al menos la zona te gusta, no es tu querido barrio pero
se parece, se ve integración entre las culturas, se ve esfuerzo y sacrificio, y
sobre todo se palpa las ganas de levantar un barrio obrero como ese. Como de
costumbre has salido tarde y los planes para amenizar el resto del día se
desvanecen, pero toca desconectar y que mejor forma que calzar los auriculares
a tus orejas y dejarte llevar rumbo a casa.
Entrando en la boca de metro comienza a sonar el Voice
of a Generation de los Blitz,bajas las escaleras emocionado de dos y dos, pero
zas en toda la boca, el maldito abono no se valida, piensas sí! sí! ese mismo
que te ha costado 73 pavos te ha dejado tirado! La taquillera de rigor te lo
valida, pero ya es demasiado tarde, tu tren se acaba de marchar, entonces es
cuando por arte de magia alzas la vista y a la vez que lees en el marcador 9
minutos comienza a sonar en tu reproductor Welcome to the Real World (The
Business), no te lo crees ni de coña, pero no te queda otra que buscar asiento
en el andén y escuchar la dichosa cancioncita.
Cuando te quieres dar cuenta, miras tras el cristal
empañado del bus y ves que acabas de entrar en tu barrio, al menos el consuelo
es que de los tres transbordos entre metros, autobuses y demás, el viaje de
vuelta, se te ha pasado rápido. A la par que vas a coger las llaves, miras el
móvil y ves varias perdidas de tu gente, pero hoy no es momento de devolver la
llamada. Es jueves y la semana se ha presentado dura de trabajo y obligaciones,
lo que te pide el cuerpo es descansar. Pasas por el chino de debajo de tu casa
y recuerdas que tienes algo de embutido en la nevera, la mejor opción será
hacerse con una buena barra de pan.
Igual que un buen día de bolingueo, te ves sentado en
el sofá sin recordar como has llegado hasta allí. Una buena pinta de cerveza
moja el hule de la mesa, recordando que hay tareas por hacer, y la principal la
pila de ropa sucia que tienes sobre la silla de la habitación desde el lunes,
pues otra cosa no, pero la Ben Sherman con manchas o sin planchar no sale a la
calle ni de coña.
Para amenizar la faena ponemos en marcha el
tocadiscos, algo lentito pero que acompañe… ya está! Una reciente adquisición
invadirá la habitación principal del piso: Kings of Catacomb Reggay! de los
gallegos Transilvanians. A mitad de la primera instrumental se oye la puerta de
casa, con una amplia sonrisa y un beso recibes a tu pareja, que tras un duro
día de sacrificio y trabajo regresa al hogar. Es tiempo de contrastar el día,
de proponer planes para el ansiado fin de semana y de ponerse con la
cena, que siendo las horas que son las tripas empiezan a silbar. Pero como en
cualquier convivencia llega las diferencias: una quiere las noticias y el otro
la serie frikimente descargada de internet. Es turno de ceder, pero no del
todo; pues con discreción te abalanzas a por tus cascos para interiorizar el
último tema del disco que silenciosamente estaba girando.
Y que bendita casualidad, casi acabada pero ahí esta!
los últimos estribillos de la ya mítica You can get it if you really want de
Desmond Decker, recogido en el segundo Trojan Explosion! Series. Tirado en el
sofá y con la canción como banda sonora del telediario uno empieza a apretar
los dientes con las noticias que la caja tonta nos ofrece: otro nuevo suicidio
como solución al desahucio, nuevos recortes en educación, una nueva mujer
asesinada a manos de su marido, otro centro de salud en construcción
paralizado, nuevas campañas de mangoneo de burócratas y corruptos y como
colofón final otra noticia futbolera para olvidar los problemas de la clase
obrera.
Bostezando y con el cepillo de dientes entre las
manos, uno se mira al espejo y no sabe si reír o llorar con la que se nos viene
encima. Pero pese a los malos tiempos sigo orgulloso de mi mismo y de mi condición, pues si de algo nunca he de arrepentirme será de ser Redskin, un
skinhead con conciencia de clase y combativo. Tras esta reflexión y acordándome
de que he vuelto a dejarme el EP en el plato girando, mi loca cabeza trabaja una curiosa imagen que reza: RedSkins Explosion!