Pregunta: ¿Cómo fue tu detención y tu
paso por la prisión? ¿Nos puedes comentar cómo era el contacto con otros presos
y tu vida diaria?
Respuesta: En realidad, fueron dos las
detenciones: una, en 2002, y otra, en 2007. Cumplí una condena de 6 años y
medio, por mi militancia en el PCE(r), en dos períodos, mediando entre ellos el
aproximadamente año y medio que pasé en libertad provisional desde abril de
2006 a agosto de 2007.
En cuanto a cómo fueron las detenciones, en la
segunda no hubo nada especialmente reseñable, habida cuenta que era una
detención para ingresar en prisión para cumplir el resto de condena que me
quedaba y fue llevada a cabo por la policía judicial y no por la
antiterrorista. Como no podía ser de otro modo, se dieron las habituales provocaciones
por parte de algunos policías. Pero la cosa no fue más allá.
La primera, puesto que sí fue una detención
llevada a cabo por la sección antiterrorista de la guardia civil (concretamente
la que tiene sede en la dirección general de este cuerpo represivo en Guzmán el
Bueno), y ordenada por ese gran farsante, ese gran inquisidor que es el hoy
exjuez Garzón, se dio en otras condiciones bastante más duras. No puedo entrar
en los detalles del trato recibido, entre otras cosas, porque, como todo el
mundo sabe, en este país, la guardia civil es intocable y me arriesgo a que se
me abra un sumario por el sólo hecho de relatar el trato que se me dispensó por
parte de este “benemérito” cuerpo. Puedo apuntar, no obstante, que no fue tan
salvaje como otros casos que he podido conocer; pero, sin duda, fue la
experiencia más dura que he vivido, y, con esto, creo que digo bastante.
El paso por prisión fue más o menos el habitual
para un preso político. Pasé por las cárceles de Soto del Real, Valdemoro,
Aranjuez, Palencia y A Lama, en Galicia. Más de la mitad de la condena me la he
pasado en primer grado (el régimen penitenciario más duro), con varios períodos
en aislamiento. Y algo menos de la mitad dispersado fuera de Madrid,
principalmente en la cárcel de A Lama, a 600 km. de mi familia, amigos y
compañera. A esto hay que sumar la dispersión política, es decir, la separación
respecto a mis compañeros de colectivo de presos políticos. Con compañeros no
he compartido módulo más de 5 meses. Sí he compartido cárcel, pero, al estar en
diferentes módulos, ha sido prácticamente como estar en distintas prisiones:
hacen todo lo posible para que no puedas coincidir ni en visitas ni en las
escasísimas actividades que se puedan hacer fuera de los módulos. Con quien más
tiempo he compartido módulo es con los presos políticos vascos, en los que
siempre he encontrado apoyo, solidaridad y amistad, que hoy se mantiene con
algunos de ellos.
También he pasado períodos relativamente largos
en que no he contado con la compañía de ningún preso político. La relación con
los presos sociales ha sido, en general, buena: si uno respeta es respetado; y
el ejemplo de lucha, consecuencia y firmeza que durante muchos años han
demostrado los colectivos de presos políticos en defensa de sus derechos y de su
dignidad tiene un gran peso en este sentido.
¿Mi vida cotidiana? Mucha lectura y estudio,
mucho deporte y mantener una mínima disciplina para evitar que la cárcel, por
decirlo así, te coma. Son las ideas, los principios y el no olvidar en ningún
momento porque uno se encuentra encarcelado lo que te mantiene firme.
Pregunta: Cuando se
produjo tu detención y tu posterior encarcelamiento, ¿qué apoyo recibiste desde
el exterior?
Respuesta: En este sentido, la
situación del colectivo de presos políticos del PCE(r) y los GRAPO es muy
diferente a la que pueda tener el colectivo de presos vascos. En Euskal Herria,
hay toda una cultura de la solidaridad que no se da en otras zonas del Estado,
lo que, evidentemente, guarda relación con el desarrollo alcanzado por el
movimiento de liberación nacional vasco.
En mi caso, la solidaridad que he
podido encontrar ha sido la de la gente más cercana a mí y de algunos
militantes solidarios. Hay que tener en cuenta que, en 2002, el Estado
consiguió crear en los sectores políticamente más activos una situación de
terror; existía un miedo enorme, y no ya para solidarizarse con un preso
político (sólo esto exigía una cierta dosis de valentía), sino hasta para
escribir una simple carta. Éste era el objetivo del Estado cuando comenzó lo
que yo llamo el período de la ley de partidos: sembrar el terror para impedir
el desarrollo del movimiento político de resistencia. Y se puede decir, y no
hay que tener ningún miedo para reconocerlo, que consiguió su objetivo.
No obstante, las cosas, en estos
momentos, pintan mal para el capitalismo. En un contexto como el que se está
dando, de crisis económica terminal y de paulatina agudización del conflicto
social y político, la represión es del todo impotente para frenar el desarrollo
del movimiento. Cuando se lleva a la clase obrera y a los sectores populares a
una situación en que ya no tienen nada que perder porque se lo han quitado
todo, el miedo ya no es un mecanismo tan efectivo, por la sencilla razón de que
lo que realmente da miedo es el futuro que el sistema nos reserva. Yo soy muy
optimista en este sentido, y lo soy porque el agotamiento económico, político e
histórico del capitalismo es un hecho. Los comunistas siempre hemos dicho que
el capitalismo puede ser poderoso en lo táctico pero débil en lo estratégico.
Es poderoso porque, en lo inmediato, cuenta con poderosos medios (policía,
cárceles, todo un aparato mediático a su servicio...) para contener, al menos
temporalmente, al movimiento revolucionario. Y es débil porque es un sistema que
tiene fecha de caducidad, lo que, por otra parte, no quiere decir que vaya a
caer por sí mismo: la superación del sistema requiere de unas determinadas
condiciones objetivas (que ya se dan en estos momentos), pero también del
famoso factor subjetivo (que aún no se da) y que no es otra cosa que la
organización (y una organización en sentido revolucionario) de la clase obrera
y los sectores populares, su determinación de destruir el orden de cosas
capitalista, su fortaleza en los planos político e ideológico y una estrategia
y táctica correctas. Y en lo referente a este factor subjetivo se puede decir
que nos queda casi todo por hacer. No hay más que mirar a nuestro alrededor: el
reformismo, el oportunismo y el revisionismo en sus diferentes manifestaciones
aún campan a sus anchas en el movimiento obrero; son los principales obstáculos
a superar (incluso más que la represión del Estado) para la constitución de un
auténtico movimiento revolucionario. No por casualidad decía Lenin que la lucha
contra el imperialismo está indisolublemente ligada a la lucha contra quienes
en el seno del movimiento obrero defienden la ideología burguesa o
pequeñoburguesa. Eso y no otra cosa son los reformistas, oportunistas y
revisionistas: agentes de la burguesía, y eso a pesar de que algunos lo sean
incluso de forma inconsciente y puedan ser recuperables para el movimiento
revolucionario, siempre, claro, que no estén demasiado envenenados por
la ideología burguesa.
Un ejemplo de que el movimiento
obrero y popular aún es presa de las ilusiones burguesas, lo tenemos en
planteamientos como el de la “lucha contra los recortes” u otras similares.
Entiendo que hay que defender las conquistas que se han ido alcanzando en
decenas de años de lucha y sacrificios; no podemos permitir que nos las
arrebaten así como así. Pero en esto de la lucha contra los recortes aprecio
una cierta posición nostálgica y utópico-reaccionaria. Parece que algunos no
tienen otro objetivo que el del regreso a los buenos tiempos de la miseria
soportable del “estado de bienestar”. Lo que no entienden quienes, de un modo u
otro, participan de esta idea, es que el “estado de bienestar” es una cosa del
pasado, una etapa del capitalismo superada a la que no hay regreso posible; los
remedos de “estado de bienestar” que aún se conservan, tienen los días
contados. Un capitalismo en crisis, y en una crisis terminal, como lo es la
actual, no se puede permitir sostener la llamada política social, y no lo va a
hacer.
Estos nostálgicos, en el fondo,
piensan que hay una salida a la crisis dentro del marco capitalista y que, por
lo tanto, lo que está ocurriendo no es más que un fenómeno pasajero y esperan,
por tanto, cual mito bíblico, la segunda venida del “estado de bienestar”.
Éstas son las ideas de la socialdemocracia; no son ideas revolucionarias. Los
comunistas debemos acabar con estas ilusiones y defender con todas sus
consecuencias que no hay una salida a la crisis dentro del capitalismo, que
esta crisis ha venido para quedarse, y que sólo con la transformación social
revolucionaria podremos superarla. Al miserable “estado de bienestar”
capitalista, irrecuperable, finiquitado, liquidado de una vez para siempre,
debemos oponer el auténtico estado de bienestar, sin c0millas, que sólo puede
venir de la mano del socialismo. Bajo mi punto de vista, ésta es la única
posición marxista-leninista que se puede adoptar en esta cuestión.
Pero creo que me he desviado un poco
de la pregunta.
Pregunta: Después de tu salida de
prisión, ¿cómo llevaste la vuelta al exterior? ¿Notaste muchas diferencias
comparado con la época de tu detención?
Respuesta: Ya llevo algún tiempo en
la calle, como año y medio, y no tengo tan frescas las sensaciones que tuve a
mi salida de prisión. En la primera salida, en 2006, no noté mucha diferencia
respecto a la situación que había en 2002, cuando entré por primera vez. Las
cosas, tanto en el plano político como económico o social, no habían cambiado
gran cosa.
Sin embargo, cuando salí en 2010, sí
noté un cambio importante. La situación económica se había deteriorado mucho en
relación a 2007. Se puede decir que ha habido un salto cualitativo en lo que se
refiere a la miseria reinante, y esto, en el año y medio que llevo en la calle,
no ha hecho más que confirmarse. El sueño capitalista se ha venido
definitivamente abajo y se nos muestra como la pesadilla que es. Son terribles
las situaciones que se están dando; familias enteras están siendo arrojadas
directamente a la indigencia. Y, a partir de aquí, los trabajadores sólo
podemos llegar a una conclusión: necesitamos imperiosamente dejar atrás un
sistema que sólo puede ofrecer infelicidad, frustración y la más insoportable
de las miserias. Lo que hemos visto hasta ahora, con ser extremadamente grave y
preocupante, no es nada respecto a lo que está por llegar. Estamos inmersos en
una especie de descenso a los infiernos. Y no sólo por todo lo relacionado con
la situación económica. El riesgo de que el imperialismo desate una nueva
carnicería mundial es muy real. El capitalismo, tras cada gran crisis
capitalista, ha desatado una guerra mundial. La escalada bélica a que hemos
venido asistiendo en el último año puede ser el prólogo de esa guerra mundial,
que quizá no estalle mañana mismo, pero que es una posibilidad cierta a medio
plazo. En un contexto de crisis, a los diferentes países imperialistas se les
impone la necesidad de conquistar nuevos mercados y fuentes de materias primas
(y esa conquista sólo puede darse arrebatándoselos a otros países
imperialistas), nuevas zonas de influencia (la famosa geoestrategia), derrocar
gobiernos que no resulten útiles para el imperialismo (la antigua Libia de
Gadafi, Siria, Irán o Venezuela son países que en este sentido podrían verse
afectados o que ya se han visto afectados).
No obstante, de lo que no cabe duda
es de que el imperialismo va a salir muy mal parado de todo este proceso: la
primera guerra mundial alumbró la Revolución de Octubre; y la segunda, el campo
socialista. Ciertamente, también va a conllevar indecibles sufrimientos para
los pueblos. Parece que aquella máxima de “cuanto peor, mejor” se ha convertido
en casi una ley histórica, en el sentido de que sólo a través de las crisis más
atroces se impone la necesidad de la transformación social, se realiza la
transformación social.
Pregunta: ¿Cómo es la situación de
los presos del PCE(r) y de los GRAPO actualmente?
Respuesta:
Esta situación es peor que mala. A las situaciones ya conocidas de dispersión
geográfica y política o de restricciones de todo tipo (hasta han prohibido, por
ley, que los presos políticos se definan como tales en los remites de las
cartas que envían), que, de por sí, hacen que la situación sea muy grave, se
suma el hecho de que la mayoría de los presos y presas llevan ya varias décadas
de cárcel a sus espaldas, algunos más de treinta años, sumando los distintos
períodos que han pasado en prisión y alguno cerca de treinta de una tacada,
como es el caso de Xaime Simón Quintela, preso de forma ininterrumpida desde el
año 85, que se dice pronto. Tantos años de resistencia, necesariamente, pasan
factura desde el punto de vista de la salud, aunque no en las convicciones. El
caso de José Ortín, fallecido de un infarto en 2009 en la cárcel de Fontcalent,
es muy significativo en este sentido. O el de Laureano Ortega, que, después de
sufrir también un infarto, lo tienen en un módulo de aislamiento y en el Puerto
de Santa María, siendo él de Euskal Herria; el de Carmen Muñoz, a quien
mantienen encarcelada y a varios cientos de kilómetros de Madrid, su ciudad, en
la cárcel de Córdoba, a pesar de haber sufrido un cáncer.
Son muchos los presos y presas que
padecen enfermedades graves, y que, en aplicación de la propia legislación
penitenciaria, deberían estar en la calle. Su situación se puede consultar en
la página del Socorro Rojo Internacional (www.presos.org.es). En el terreno de la solidaridad con los presos
políticos, la lucha por la libertad de los presos políticos enfermos tiene una
importancia fundamental (se está desarrollando desde el SRI una campaña en
torno a esta cuestión); y es una bandera que, junto con la de la lucha por la
amnistía total, debe ser tomada firmemente por el conjunto del movimiento
obrero y popular. No se puede ser revolucionario, no se puede ser ni siquiera
progresista, si no se asumen y se defienden de forma consecuente
reivindicaciones de este tipo. Habrá quien piense que se puede convivir con la
contradicción y que se puede hablar de socialismo y de revolución sin dedicarle
ni un minuto de su militancia o seudomilitancia a la cuestión de los presos
políticos. Pero quien así actúe -y quiero decir esto con toda la rotundidad y
falta de diplomacia que exige esta cuestión- estará demostrando no sólo su
inconsecuencia, su hipocresía y su oportunismo, sino algo mucho peor: su
cobardía. Y el movimiento popular no necesita de estos elementos. Mejor harían
en irse a su casa y dedicarse... no sé... al punto de cruz o a alguna otra
actividad que sea tan inofensiva para el capitalismo como la “militancia” que
desarrollan. Y no estoy hablando de que todos debamos ser “supermilitantes”;
existen muchos grados de compromiso y muchas formas de hacer nuestra aportación
a la causa por la que todos luchamos; pero hay unos mínimos con los que pienso
que se debe cumplir, y la solidaridad con los presos políticos, en el grado en
que uno pueda y quiera ejercerla, es uno de esos mínimos.
La política en la que el régimen está
empeñado respecto a los presos políticos no es otra que la del exterminio:
político y moral, si se puede, como ocurre con el arrepentimiento (que se ha
dado en muy pocos casos, demostrando que la política de arrepentimiento ha sido
un rotundo fracaso); y físico, si no se puede, si se persiste en la defensa de
los principios y de la dignidad, como ha sido el caso de José Ortín y otros
muchos en estas más de tres décadas de monarco-fascismo.
¿Qué actitud adoptar ante este hecho?
Es una reflexión que cada militante comunista o antifascista debe plantearse. Y
la respuesta, en mi opinión, sólo puede ser una, si se tienen auténticos
principios: defensa a ultranza de los derechos de los presos políticos, lucha
por la libertad de los presos políticos enfermos y por la amnistía total; y
todo ello integrado en una estrategia general de lucha democrática y
revolucionaria.
Pregunta: ¿Cuál es la situación
actual del SRI y qué papel viene desempeñando?
Respuesta: No tomo parte en este
organismo antirrepresivo y solidario y, por lo tanto, no puedo dar mucha
información sobre su situación actual. Pero lo que sí puedo decir es que es un
organismo absolutamente necesario y a cuyo fortalecimiento y desarrollo hay que
contribuir. Es bueno mirar a la historia y ver qué papel cumplió el SRI y la
importancia que tuvo en el pasado, como ocurrió en nuestra guerra civil. Hay
que tener en cuenta, como ya he apuntado, que los tiempos que se acercan van a
ser muy duros desde todos los puntos de vista, y también, evidentemente, en el
ámbito de la represión política. Un capitalismo agonizante se va a defender con
uñas y dientes, con todo lo que tenga, como se suele decir. Y la solidaridad y
la lucha antirrepresiva van a cobrar una enorme importancia. Es necesario, por
tanto, que un organismo como el SRI (que hay que recordar que, como su propio
nombre indica, es un proyecto internacional y que, de hecho, ya cuenta con
colectivos en diferentes países) esté en disposición de desarrollar la labor
que le es propia. No me cabe duda de que será así.
Pregunta: Desde Rash Madrid, se está
realizando una campaña a favor de la liberación de los presos políticos. ¿Cuál
es tu opinión?
Respuesta: Sólo puedo alegrarme por
esta iniciativa. Hay que estar a la altura de las circunstancias y comprender
cuáles son las tareas prioritarias que en cada momento se le presentan al
movimiento popular. Y Rash, con esta campaña, lo ha hecho. Lo importante es que
estas iniciativas se generalicen y conseguir que la lucha por la amnistía o por
los derechos de los presos políticos, no requieran, por decirlo así, de
explicación; es decir, que, de forma natural, sean consignas asumidas por todos
los obreros conscientes y otros sectores combativos, que se coreen en todas y
cada una de las movilizaciones antifascistas y anticapitalistas, que las
paredes de los pueblos y ciudades del Estado se llenen de pintadas con estas
reivindicaciones. Y no sólo porque los presos políticos merezcan esa
solidaridad y ese apoyo, sino porque, en la medida en que se asuman
reivindicaciones como la de la amnistía, el movimiento popular estará avanzando
política e ideológicamente, estará comprendiendo la naturaleza del sistema y
del Estado bajo el que vivimos. Esto es fundamental para que se sitúe en una
perspectiva revolucionaria.
Pregunta: ¿Cómo valoras la represión
actual que se ejerce desde el Estado español a las luchas y resistencias que
van en aumento? ¿Cómo ves la situación política actual en el Estado español?
Respuesta: Algunos llevamos muchos
años ya denunciando el carácter fascista del régimen surgido de la farsa
transicional. Lo que ocurría es que ese fascismo se ejercía de forma selectiva,
precisamente contra aquellos sectores que no se plegaron a esa farsa
transicional, que continuaron manteniendo en alto, aún en las peores
circunstancias, la bandera de la lucha democrática y revolucionaria. Y cabe
hablar de fascismo por cuanto, en este país, se han ilegalizado organizaciones
políticas, se ha encarcelado a militantes políticos, se han cerrado periódicos
y revistas y se ha encarcelado a periodistas; y, además, para que no quede
ninguna duda sobre el carácter del Estado, se ha practicado la guerra sucia,
con decenas y decenas de asesinados, secuestros, se ha torturado a mansalva, se
ha acosado a los familiares y amigos de los militantes revolucionarios. Esto es
fascismo. Yo mismo, por esta entrevista, me arriesgo a ser de nuevo
represaliado, bajo cualquiera de esos tipos penales tan elásticos de que se ha
dotado el aparato policial-judicial del Estado para que aquí no abra la boca ni
dios.
Ahora,
con la situación que se está dando, ese fascismo va a dejar de ser tan
selectivo. Ya no se va a dirigir únicamente contra los “terroristas”,
utilizando el lenguaje del sistema, que es el mismo que, por cierto, utilizaban
los nazis para referirse a los resistentes. Hoy día, en tanto que cada vez más
sectores se movilizan, en tanto que el movimiento obrero y popular va a sufrir
un paulatino proceso de radicalización, que los “quinceemes” y otros
reaccionarios con rastas no van a poder frenar, todos podemos pasar a ser
“terroristas” a ojos del Estado, es decir, enemigos del buen orden capitalista;
y la represión, por tanto, va a extenderse al conjunto de los sectores
conscientes. ¿Hay que tenerle miedo a esto? Lo que hay que hacer es tenerlo en
cuenta para poder enfrentar un contexto de este tipo. En cuanto al miedo, todos
lo tenemos; somos seres humanos y nadie tiene vocación de mártir. Pero ese
miedo no debe paralizarnos; y, es más, no puede paralizarnos, porque lo que
realmente da miedo, como ya he dicho, es el futuro que nos espera si no
peleamos por cambiar las cosas, por superar un sistema absolutamente podrido
como lo es el capitalismo.
Respecto
a la situación política, ya he ido apuntando algunas ideas a lo largo de esta
entrevista y no quisiera resultar redundante. Únicamente quiero apuntar una
última idea: ha llegado el momento de que los sectores de vanguardia
demostremos si efectivamente estamos a la vanguardia y si somos capaces de
canalizar el conflicto social y político por la vía de la lucha democrática y
revolucionaria consecuente. No es una tarea fácil. Hay muchas cuestiones
previas que resolver, como lo es la organización y la clarificación política e
ideológica de los propios sectores avanzados. No obstante, las condiciones
objetivas obran en nuestro favor. Y debemos saber valernos de ellas para
alcanzar nuestros objetivos. “Pasito corto y vista larga”, como reza un poema
de Manuel Pérez Martínez.
Para
terminar, sólo agradeceros el que me hayáis hecho esta entrevista y animaros a
continuar con campañas como la que estáis llevando a cabo en relación a la
cuestión de los presos políticos. Éste es el camino; un camino que, por cierto,
cada vez más colectivos y organizaciones, con más dudas o de forma más
resuelta, se están animando a transitar.