martes, 2 de diciembre de 2014

ENTREVISTA A JAVIER GARCÍA, EX-PRESO POLÍTICO



Pregunta: ¿Cómo fue tu detención y tu paso por la prisión? ¿Nos puedes comentar cómo era el contacto con otros presos y tu vida diaria?
Respuesta: En realidad, fueron dos las detenciones: una, en 2002, y otra, en 2007. Cumplí una condena de 6 años y medio, por mi militancia en el PCE(r), en dos períodos, mediando entre ellos el aproximadamente año y medio que pasé en libertad provisional desde abril de 2006 a agosto de 2007.
En cuanto a cómo fueron las detenciones, en la segunda no hubo nada especialmente reseñable, habida cuenta que era una detención para ingresar en prisión para cumplir el resto de condena que me quedaba y fue llevada a cabo por la policía judicial y no por la antiterrorista. Como no podía ser de otro modo, se dieron las habituales provocaciones por parte de algunos policías. Pero la cosa no fue más allá.
La primera, puesto que sí fue una detención llevada a cabo por la sección antiterrorista de la guardia civil (concretamente la que tiene sede en la dirección general de este cuerpo represivo en Guzmán el Bueno), y ordenada por ese gran farsante, ese gran inquisidor que es el hoy exjuez Garzón, se dio en otras condiciones bastante más duras. No puedo entrar en los detalles del trato recibido, entre otras cosas, porque, como todo el mundo sabe, en este país, la guardia civil es intocable y me arriesgo a que se me abra un sumario por el sólo hecho de relatar el trato que se me dispensó por parte de este “benemérito” cuerpo. Puedo apuntar, no obstante, que no fue tan salvaje como otros casos que he podido conocer; pero, sin duda, fue la experiencia más dura que he vivido, y, con esto, creo que digo bastante.
El paso por prisión fue más o menos el habitual para un preso político. Pasé por las cárceles de Soto del Real, Valdemoro, Aranjuez, Palencia y A Lama, en Galicia. Más de la mitad de la condena me la he pasado en primer grado (el régimen penitenciario más duro), con varios períodos en aislamiento. Y algo menos de la mitad dispersado fuera de Madrid, principalmente en la cárcel de A Lama, a 600 km. de mi familia, amigos y compañera. A esto hay que sumar la dispersión política, es decir, la separación respecto a mis compañeros de colectivo de presos políticos. Con compañeros no he compartido módulo más de 5 meses. Sí he compartido cárcel, pero, al estar en diferentes módulos, ha sido prácticamente como estar en distintas prisiones: hacen todo lo posible para que no puedas coincidir ni en visitas ni en las escasísimas actividades que se puedan hacer fuera de los módulos. Con quien más tiempo he compartido módulo es con los presos políticos vascos, en los que siempre he encontrado apoyo, solidaridad y amistad, que hoy se mantiene con algunos de ellos.
También he pasado períodos relativamente largos en que no he contado con la compañía de ningún preso político. La relación con los presos sociales ha sido, en general, buena: si uno respeta es respetado; y el ejemplo de lucha, consecuencia y firmeza que durante muchos años han demostrado los colectivos de presos políticos en defensa de sus derechos y de su dignidad tiene un gran peso en este sentido.
¿Mi vida cotidiana? Mucha lectura y estudio, mucho deporte y mantener una mínima disciplina para evitar que la cárcel, por decirlo así, te coma. Son las ideas, los principios y el no olvidar en ningún momento porque uno se encuentra encarcelado lo que te mantiene firme.


Pregunta: Cuando se produjo tu detención y tu posterior encarcelamiento, ¿qué apoyo recibiste desde el exterior?
Respuesta: En este sentido, la situación del colectivo de presos políticos del PCE(r) y los GRAPO es muy diferente a la que pueda tener el colectivo de presos vascos. En Euskal Herria, hay toda una cultura de la solidaridad que no se da en otras zonas del Estado, lo que, evidentemente, guarda relación con el desarrollo alcanzado por el movimiento de liberación nacional vasco.
En mi caso, la solidaridad que he podido encontrar ha sido la de la gente más cercana a mí y de algunos militantes solidarios. Hay que tener en cuenta que, en 2002, el Estado consiguió crear en los sectores políticamente más activos una situación de terror; existía un miedo enorme, y no ya para solidarizarse con un preso político (sólo esto exigía una cierta dosis de valentía), sino hasta para escribir una simple carta. Éste era el objetivo del Estado cuando comenzó lo que yo llamo el período de la ley de partidos: sembrar el terror para impedir el desarrollo del movimiento político de resistencia. Y se puede decir, y no hay que tener ningún miedo para reconocerlo, que consiguió su objetivo.
No obstante, las cosas, en estos momentos, pintan mal para el capitalismo. En un contexto como el que se está dando, de crisis económica terminal y de paulatina agudización del conflicto social y político, la represión es del todo impotente para frenar el desarrollo del movimiento. Cuando se lleva a la clase obrera y a los sectores populares a una situación en que ya no tienen nada que perder porque se lo han quitado todo, el miedo ya no es un mecanismo tan efectivo, por la sencilla razón de que lo que realmente da miedo es el futuro que el sistema nos reserva. Yo soy muy optimista en este sentido, y lo soy porque el agotamiento económico, político e histórico del capitalismo es un hecho. Los comunistas siempre hemos dicho que el capitalismo puede ser poderoso en lo táctico pero débil en lo estratégico. Es poderoso porque, en lo inmediato, cuenta con poderosos medios (policía, cárceles, todo un aparato mediático a su servicio...) para contener, al menos temporalmente, al movimiento revolucionario. Y es débil porque es un sistema que tiene fecha de caducidad, lo que, por otra parte, no quiere decir que vaya a caer por sí mismo: la superación del sistema requiere de unas determinadas condiciones objetivas (que ya se dan en estos momentos), pero también del famoso factor subjetivo (que aún no se da) y que no es otra cosa que la organización (y una organización en sentido revolucionario) de la clase obrera y los sectores populares, su determinación de destruir el orden de cosas capitalista, su fortaleza en los planos político e ideológico y una estrategia y táctica correctas. Y en lo referente a este factor subjetivo se puede decir que nos queda casi todo por hacer. No hay más que mirar a nuestro alrededor: el reformismo, el oportunismo y el revisionismo en sus diferentes manifestaciones aún campan a sus anchas en el movimiento obrero; son los principales obstáculos a superar (incluso más que la represión del Estado) para la constitución de un auténtico movimiento revolucionario. No por casualidad decía Lenin que la lucha contra el imperialismo está indisolublemente ligada a la lucha contra quienes en el seno del movimiento obrero defienden la ideología burguesa o pequeñoburguesa. Eso y no otra cosa son los reformistas, oportunistas y revisionistas: agentes de la burguesía, y eso a pesar de que algunos lo sean incluso de forma inconsciente y puedan ser recuperables para el movimiento revolucionario, siempre, claro, que no estén demasiado envenenados por la ideología burguesa.
Un ejemplo de que el movimiento obrero y popular aún es presa de las ilusiones burguesas, lo tenemos en planteamientos como el de la “lucha contra los recortes” u otras similares. Entiendo que hay que defender las conquistas que se han ido alcanzando en decenas de años de lucha y sacrificios; no podemos permitir que nos las arrebaten así como así. Pero en esto de la lucha contra los recortes aprecio una cierta posición nostálgica y utópico-reaccionaria. Parece que algunos no tienen otro objetivo que el del regreso a los buenos tiempos de la miseria soportable del “estado de bienestar”. Lo que no entienden quienes, de un modo u otro, participan de esta idea, es que el “estado de bienestar” es una cosa del pasado, una etapa del capitalismo superada a la que no hay regreso posible; los remedos de “estado de bienestar” que aún se conservan, tienen los días contados. Un capitalismo en crisis, y en una crisis terminal, como lo es la actual, no se puede permitir sostener la llamada política social, y no lo va a hacer.
Estos nostálgicos, en el fondo, piensan que hay una salida a la crisis dentro del marco capitalista y que, por lo tanto, lo que está ocurriendo no es más que un fenómeno pasajero y esperan, por tanto, cual mito bíblico, la segunda venida del “estado de bienestar”. Éstas son las ideas de la socialdemocracia; no son ideas revolucionarias. Los comunistas debemos acabar con estas ilusiones y defender con todas sus consecuencias que no hay una salida a la crisis dentro del capitalismo, que esta crisis ha venido para quedarse, y que sólo con la transformación social revolucionaria podremos superarla. Al miserable “estado de bienestar” capitalista, irrecuperable, finiquitado, liquidado de una vez para siempre, debemos oponer el auténtico estado de bienestar, sin c0millas, que sólo puede venir de la mano del socialismo. Bajo mi punto de vista, ésta es la única posición marxista-leninista que se puede adoptar en esta cuestión. 
Pero creo que me he desviado un poco de la pregunta.






Pregunta: Después de tu salida de prisión, ¿cómo llevaste la vuelta al exterior? ¿Notaste muchas diferencias comparado con la época de tu detención?
Respuesta: Ya llevo algún tiempo en la calle, como año y medio, y no tengo tan frescas las sensaciones que tuve a mi salida de prisión. En la primera salida, en 2006, no noté mucha diferencia respecto a la situación que había en 2002, cuando entré por primera vez. Las cosas, tanto en el plano político como económico o social, no habían cambiado gran cosa.
Sin embargo, cuando salí en 2010, sí noté un cambio importante. La situación económica se había deteriorado mucho en relación a 2007. Se puede decir que ha habido un salto cualitativo en lo que se refiere a la miseria reinante, y esto, en el año y medio que llevo en la calle, no ha hecho más que confirmarse. El sueño capitalista se ha venido definitivamente abajo y se nos muestra como la pesadilla que es. Son terribles las situaciones que se están dando; familias enteras están siendo arrojadas directamente a la indigencia. Y, a partir de aquí, los trabajadores sólo podemos llegar a una conclusión: necesitamos imperiosamente dejar atrás un sistema que sólo puede ofrecer infelicidad, frustración y la más insoportable de las miserias. Lo que hemos visto hasta ahora, con ser extremadamente grave y preocupante, no es nada respecto a lo que está por llegar. Estamos inmersos en una especie de descenso a los infiernos. Y no sólo por todo lo relacionado con la situación económica. El riesgo de que el imperialismo desate una nueva carnicería mundial es muy real. El capitalismo, tras cada gran crisis capitalista, ha desatado una guerra mundial. La escalada bélica a que hemos venido asistiendo en el último año puede ser el prólogo de esa guerra mundial, que quizá no estalle mañana mismo, pero que es una posibilidad cierta a medio plazo. En un contexto de crisis, a los diferentes países imperialistas se les impone la necesidad de conquistar nuevos mercados y fuentes de materias primas (y esa conquista sólo puede darse arrebatándoselos a otros países imperialistas), nuevas zonas de influencia (la famosa geoestrategia), derrocar gobiernos que no resulten útiles para el imperialismo (la antigua Libia de Gadafi, Siria, Irán o Venezuela son países que en este sentido podrían verse afectados o que ya se han visto afectados).
No obstante, de lo que no cabe duda es de que el imperialismo va a salir muy mal parado de todo este proceso: la primera guerra mundial alumbró la Revolución de Octubre; y la segunda, el campo socialista. Ciertamente, también va a conllevar indecibles sufrimientos para los pueblos. Parece que aquella máxima de “cuanto peor, mejor” se ha convertido en casi una ley histórica, en el sentido de que sólo a través de las crisis más atroces se impone la necesidad de la transformación social, se realiza la transformación social.

Pregunta: ¿Cómo es la situación de los presos del PCE(r) y de los GRAPO actualmente?
            Respuesta: Esta situación es peor que mala. A las situaciones ya conocidas de dispersión geográfica y política o de restricciones de todo tipo (hasta han prohibido, por ley, que los presos políticos se definan como tales en los remites de las cartas que envían), que, de por sí, hacen que la situación sea muy grave, se suma el hecho de que la mayoría de los presos y presas llevan ya varias décadas de cárcel a sus espaldas, algunos más de treinta años, sumando los distintos períodos que han pasado en prisión y alguno cerca de treinta de una tacada, como es el caso de Xaime Simón Quintela, preso de forma ininterrumpida desde el año 85, que se dice pronto. Tantos años de resistencia, necesariamente, pasan factura desde el punto de vista de la salud, aunque no en las convicciones. El caso de José Ortín, fallecido de un infarto en 2009 en la cárcel de Fontcalent, es muy significativo en este sentido. O el de Laureano Ortega, que, después de sufrir también un infarto, lo tienen en un módulo de aislamiento y en el Puerto de Santa María, siendo él de Euskal Herria; el de Carmen Muñoz, a quien mantienen encarcelada y a varios cientos de kilómetros de Madrid, su ciudad, en la cárcel de Córdoba, a pesar de haber sufrido un cáncer.
Son muchos los presos y presas que padecen enfermedades graves, y que, en aplicación de la propia legislación penitenciaria, deberían estar en la calle. Su situación se puede consultar en la página del Socorro Rojo Internacional (www.presos.org.es). En el terreno de la solidaridad con los presos políticos, la lucha por la libertad de los presos políticos enfermos tiene una importancia fundamental (se está desarrollando desde el SRI una campaña en torno a esta cuestión); y es una bandera que, junto con la de la lucha por la amnistía total, debe ser tomada firmemente por el conjunto del movimiento obrero y popular. No se puede ser revolucionario, no se puede ser ni siquiera progresista, si no se asumen y se defienden de forma consecuente reivindicaciones de este tipo. Habrá quien piense que se puede convivir con la contradicción y que se puede hablar de socialismo y de revolución sin dedicarle ni un minuto de su militancia o seudomilitancia a la cuestión de los presos políticos. Pero quien así actúe -y quiero decir esto con toda la rotundidad y falta de diplomacia que exige esta cuestión- estará demostrando no sólo su inconsecuencia, su hipocresía y su oportunismo, sino algo mucho peor: su cobardía. Y el movimiento popular no necesita de estos elementos. Mejor harían en irse a su casa y dedicarse... no sé... al punto de cruz o a alguna otra actividad que sea tan inofensiva para el capitalismo como la “militancia” que desarrollan. Y no estoy hablando de que todos debamos ser “supermilitantes”; existen muchos grados de compromiso y muchas formas de hacer nuestra aportación a la causa por la que todos luchamos; pero hay unos mínimos con los que pienso que se debe cumplir, y la solidaridad con los presos políticos, en el grado en que uno pueda y quiera ejercerla, es uno de esos mínimos.
La política en la que el régimen está empeñado respecto a los presos políticos no es otra que la del exterminio: político y moral, si se puede, como ocurre con el arrepentimiento (que se ha dado en muy pocos casos, demostrando que la política de arrepentimiento ha sido un rotundo fracaso); y físico, si no se puede, si se persiste en la defensa de los principios y de la dignidad, como ha sido el caso de José Ortín y otros muchos en estas más de tres décadas de monarco-fascismo.
¿Qué actitud adoptar ante este hecho? Es una reflexión que cada militante comunista o antifascista debe plantearse. Y la respuesta, en mi opinión, sólo puede ser una, si se tienen auténticos principios: defensa a ultranza de los derechos de los presos políticos, lucha por la libertad de los presos políticos enfermos y por la amnistía total; y todo ello integrado en una estrategia general de lucha democrática y revolucionaria.

Pregunta: ¿Cuál es la situación actual del SRI y qué papel viene desempeñando?
Respuesta: No tomo parte en este organismo antirrepresivo y solidario y, por lo tanto, no puedo dar mucha información sobre su situación actual. Pero lo que sí puedo decir es que es un organismo absolutamente necesario y a cuyo fortalecimiento y desarrollo hay que contribuir. Es bueno mirar a la historia y ver qué papel cumplió el SRI y la importancia que tuvo en el pasado, como ocurrió en nuestra guerra civil. Hay que tener en cuenta, como ya he apuntado, que los tiempos que se acercan van a ser muy duros desde todos los puntos de vista, y también, evidentemente, en el ámbito de la represión política. Un capitalismo agonizante se va a defender con uñas y dientes, con todo lo que tenga, como se suele decir. Y la solidaridad y la lucha antirrepresiva van a cobrar una enorme importancia. Es necesario, por tanto, que un organismo como el SRI (que hay que recordar que, como su propio nombre indica, es un proyecto internacional y que, de hecho, ya cuenta con colectivos en diferentes países) esté en disposición de desarrollar la labor que le es propia. No me cabe duda de que será así. 

Pregunta: Desde Rash Madrid, se está realizando una campaña a favor de la liberación de los presos políticos. ¿Cuál es tu opinión?
Respuesta: Sólo puedo alegrarme por esta iniciativa. Hay que estar a la altura de las circunstancias y comprender cuáles son las tareas prioritarias que en cada momento se le presentan al movimiento popular. Y Rash, con esta campaña, lo ha hecho. Lo importante es que estas iniciativas se generalicen y conseguir que la lucha por la amnistía o por los derechos de los presos políticos, no requieran, por decirlo así, de explicación; es decir, que, de forma natural, sean consignas asumidas por todos los obreros conscientes y otros sectores combativos, que se coreen en todas y cada una de las movilizaciones antifascistas y anticapitalistas, que las paredes de los pueblos y ciudades del Estado se llenen de pintadas con estas reivindicaciones. Y no sólo porque los presos políticos merezcan esa solidaridad y ese apoyo, sino porque, en la medida en que se asuman reivindicaciones como la de la amnistía, el movimiento popular estará avanzando política e ideológicamente, estará comprendiendo la naturaleza del sistema y del Estado bajo el que vivimos. Esto es fundamental para que se sitúe en una perspectiva revolucionaria.

Pregunta: ¿Cómo valoras la represión actual que se ejerce desde el Estado español a las luchas y resistencias que van en aumento? ¿Cómo ves la situación política actual en el Estado español?
Respuesta: Algunos llevamos muchos años ya denunciando el carácter fascista del régimen surgido de la farsa transicional. Lo que ocurría es que ese fascismo se ejercía de forma selectiva, precisamente contra aquellos sectores que no se plegaron a esa farsa transicional, que continuaron manteniendo en alto, aún en las peores circunstancias, la bandera de la lucha democrática y revolucionaria. Y cabe hablar de fascismo por cuanto, en este país, se han ilegalizado organizaciones políticas, se ha encarcelado a militantes políticos, se han cerrado periódicos y revistas y se ha encarcelado a periodistas; y, además, para que no quede ninguna duda sobre el carácter del Estado, se ha practicado la guerra sucia, con decenas y decenas de asesinados, secuestros, se ha torturado a mansalva, se ha acosado a los familiares y amigos de los militantes revolucionarios. Esto es fascismo. Yo mismo, por esta entrevista, me arriesgo a ser de nuevo represaliado, bajo cualquiera de esos tipos penales tan elásticos de que se ha dotado el aparato policial-judicial del Estado para que aquí no abra la boca ni dios.
            Ahora, con la situación que se está dando, ese fascismo va a dejar de ser tan selectivo. Ya no se va a dirigir únicamente contra los “terroristas”, utilizando el lenguaje del sistema, que es el mismo que, por cierto, utilizaban los nazis para referirse a los resistentes. Hoy día, en tanto que cada vez más sectores se movilizan, en tanto que el movimiento obrero y popular va a sufrir un paulatino proceso de radicalización, que los “quinceemes” y otros reaccionarios con rastas no van a poder frenar, todos podemos pasar a ser “terroristas” a ojos del Estado, es decir, enemigos del buen orden capitalista; y la represión, por tanto, va a extenderse al conjunto de los sectores conscientes. ¿Hay que tenerle miedo a esto? Lo que hay que hacer es tenerlo en cuenta para poder enfrentar un contexto de este tipo. En cuanto al miedo, todos lo tenemos; somos seres humanos y nadie tiene vocación de mártir. Pero ese miedo no debe paralizarnos; y, es más, no puede paralizarnos, porque lo que realmente da miedo, como ya he dicho, es el futuro que nos espera si no peleamos por cambiar las cosas, por superar un sistema absolutamente podrido como lo es el capitalismo.
            Respecto a la situación política, ya he ido apuntando algunas ideas a lo largo de esta entrevista y no quisiera resultar redundante. Únicamente quiero apuntar una última idea: ha llegado el momento de que los sectores de vanguardia demostremos si efectivamente estamos a la vanguardia y si somos capaces de canalizar el conflicto social y político por la vía de la lucha democrática y revolucionaria consecuente. No es una tarea fácil. Hay muchas cuestiones previas que resolver, como lo es la organización y la clarificación política e ideológica de los propios sectores avanzados. No obstante, las condiciones objetivas obran en nuestro favor. Y debemos saber valernos de ellas para alcanzar nuestros objetivos. “Pasito corto y vista larga”, como reza un poema de Manuel Pérez Martínez. 
            Para terminar, sólo agradeceros el que me hayáis hecho esta entrevista y animaros a continuar con campañas como la que estáis llevando a cabo en relación a la cuestión de los presos políticos. Éste es el camino; un camino que, por cierto, cada vez más colectivos y organizaciones, con más dudas o de forma más resuelta, se están animando a transitar.